viernes, 21 de noviembre de 2008

Pobreza/prostitución/sida
La historia de la mujer que aquí llamamos Eva simboliza la situación de prostitución y humillación que forma parte del paisaje urbano, pero que muchos omiten mirar. Tiene 64 años, se inició como prostituta a los 20 en el Chaco, luego en Flores y Once, y ahora está internada en el Hospital Álvarez con diagnóstico de VIH. Sonia Sánchez, de Ammar Capital, la entrevistó obteniendo este excepcional testimonio para lavaca. Pobreza, discriminación, familia, el valor del dinero, clientes, golpizas, la vida cotidiana de la prostitución, los sueños, las confesiones susurradas, para comprender parte del mapa de la exclusión.

La mujer que aquí llamaremos Eva está en una cama del Hospital Álvarez, llagada, con un brazo roto, y pasó algunos días empapada ya que las enfermeras no querían atenderla al conocerse el resultado positivo de su examen VIH. Además, le diagnosticaron sífilis. Eva tiene 64 años, y se prostituía para poder comer. Sonia Sánchez, una de las fundadoras de Ammar Capital, ha estado largas horas acompañándola y compartiendo con ella sus dolores, en días que –irónicamente- los medios comerciales informaban profusamente sobre un congreso global en donde expertos de todo el mundo debatían acerca del Sida y la prostitución. Así nació la idea de esta entrevista para lavaca, como una forma de describir el rostro real del sida, su origen, y la situación que nadie parece querer mirar: miles de mujeres paradas en la calle para combatir la pobreza a fuerza de la humillación y la prostitución. La relación con la familia, las golpizas de los clientes, la discriminación, el sentido práctico de la palabra “luchar por la vida”, el significado de los sueños. De eso y mucho más trataron Sonia, y la mujer que aquí llamaremos Eva, en una conversación con luces y sombras, de confesiones por momentos casi susurradas, junto a una cama del Álvarez.
-¿Dónde naciste?

-En Chaco, en Billa Vertet. Y fui a Resistencia cuando tenía 18 años y tuve a mi primer hijo. A los 19 tuve al segundo y bastante después al tercero. -

¿Cómo empezaste a prostituirte?

-A los 20 años. En Resistencia, Chaco. Porque estaba sola con mis hijos, no me alcanzaba la plata del trabajo, mis hijos pasaban hambre, mi mamá pasaba hambre. Y bueno. Ahí, a los 20, yo ya fui (dice la palabra susurrándola, como si contara un secreto) prostituta. -El hambre te empujó. -El hambre, la pobreza me llevó a la prostitución. Porque en ese tiempo que te cuento, cuando mis hijos eran chiquitos ¿qué te pagaban por un trabajo? Dos pesos con cincuenta, cinco pesos. Claro, era plata, y no era plata: no me alcanzaba. Una vez hablando con una amiga, ya la tenía cansada pidiéndole plata. Me dijo: ¿querés ganar plata? Yo me reía, le pregunté cómo. Y me dijo: yo hago esto y esto. No digo que me llevó. Fui porque lo decidí yo. >>> Uno o dos pases
-¿A qué edad llegaste a Buenos Aires? -

Acá hace 30 años que estoy. Mi hijo más grande tenía 7 años, el otro 6. Yo tenía mi casita en el Chaco, pero me trajo una hermana mía a vivir en un departamento de ella, para que se lo cuide, y de paso podía hacer atender a mi segundo hijo, porque tenía parálisis infantil. Ya tuvo cuatro operaciones. Yo vine con dos chicos y mi mamá. Y trabajaba por hora. Cuando llegué acá dejé la prostitución y trabajé en fábrica de costura, de planchado. Me llevaba al departamento para planchar y para coser: amanecía y anochecía así. Y por ahí, pegaba una salida, ¿entendés? -Sí. -Y hacía un pase o dos pases (N de R: con la palabra “pase” alude a tener sexo a cambio de dinero) antes de ir a mi casa, y era plata que me alcanzaba para mantener a la familia. Yo era el sostén de la casa. -Después, volviste a Chaco. -Y ahí sí me largué a trabajar a la calle. -
¿Fuiste detenida alguna vez? -

Sí, la detención era de 15, 20 y 30 días, y si te portabas mal, caías de nuevo. Yo estaba 30 días, salía y a los dos días caía 15 días más. Dos días, y volvían a darme 20. -¿En ese momento sabías de los profilácticos, de las enfermedades de transmisión sexual? -No, en ese tiempo no se sabía nada. Pero a las mujeres detenidas las llevaban al médico, y si la mujer estaba enferma no salía aunque cumpliera su condena. >>>La batalla en el hotel Fénix -¿Y qué pasó cuando empezaste a pararte en Flores y en Once? -No me gusta mentir. Yo vine a laburar, y no me querían en la plaza porque no me juntaba con nadie.

¿Por qué?

Porque miraba y si veía a la policía me piraba a mi casa, me rajaba, porque tenía a mi mamá enferma. -Era la época de los edictos policiales. -Claro, pero nunca fui detenida. Acá entraba y salía, entraba y salía. Nunca fui al asilo, yo sabía del asilo donde internaban a las que caían, porque las chicas contaban. Pero lo mío era unas horas, media hora, una noche. Nada más.

-¿Cuánto tiempo estabas en la calle?

-Tenía que estar siempre, como siempre. Por ahí tenía suerte, llegaba y la suerte me acompañaba, pero por ahí me pasaba toda una mañana desesperada por todos lados para poder hacer algo. No fue fácil. -

¿Tenías miedo? -

Nunca tuve miedo.

-¿Nunca, o te lo empolvabas, y lo disimulabas de otra manera?

-Yo no tenía miedo a nada, sabía todos los peligros. Cerraba los ojos y me iba. Yo era, te diría, sin conciencia. Si me tenía que hacer el peso, yo me hacía el peso. Pero a mí me han pegado, me han castigado, me han puesto cuchillo en la garganta.

-¿Quién, el prostituyente? -

Sí, yo me a acuerdo que ya había fallecido mi mamá, y estábamos muy pero muy pobres. Empecé a trabajar en limpieza otra vez. Pero bajaba de noche y me quedaba en la calle. Vine a Flores y empecé a trabajar bien. Todo salía bien. Llevé a un tipo al hotel, y me cagó a palos (se ríe), me pegó muchísimo. Primero me pagó lo que yo le pedí, pero después cuando estábamos en el cuarto me quiso sacar la plata. Me amenazaba, que le tenía que dar la plata porque había una mujer que era la que lo mandaba. Y que si no le daba la plata, esa mujer me iba a hacer matar. Yo le dije que no tenía miedo. Empezó a pegarme y yo también peleé, como un hombre. El tipo me quería encerrar en el baño, y yo no lo dejaba. Fui a abrir la puerta y le tipo viene corriendo y me pega un sopapo. Pero cuando levanta la mano yo aproveché para pegarle acá abajo, con tanta suerte que se cayó, y salí disparando. Fue ahí, en el Fénix al lado de Plaza Flores. Gracias a Dios no me sacó nada. Era lo de todo el santo día: ciento y pico de pesos me quería robar. Era la primera vez que me aguantaba las trompadas así, en la calle, trabajando. Quedé toda lastimada, pero no le di la plata. Pero te quiero decir: yo dejé de trabajar en la calle. >>> Un peso, sesenta y cinco centavos
-¿Y de qué vivías últimamente?

-De lo que trabajan mis hijos, de lo que ustedes (por Ammar Capital) me ayudaban. Fui a lo de las monjas de Flores y ellas me daban mercadería. Empecé a estudiar corte y confección, a coser, y vivía de eso. Por ahí, si encontraba a algún amigo, algún conocido, podía ser, pero ya es distinto. -No te ibas a parar todo el día.

¿Pero qué pasó con tu brazo, hermana? -

Yo venía una mañana a la oficina de Ammar Capital, iba caminando y me tropecé. Porque ese día no vine en colectivo. ¿Sabés por qué? No tenía plata. Tenía un peso y sesenta y cinco centavos. Les había dejado un peso a mis hijos para que compraran pan. Y cuando iba a tomar el colectivo, no venía, no venía, y dije “voy caminando y así me compro pan sin sal, todavía es temprano y voy a llegar bien”. Vine caminando medio apurada, me resbalé y me caí.

-¿Cuál es tu lucha ahora? Vos contabas que antes era mantener a tu familia ¿Cuál es hoy? -

Luchar por mi vida. Porque yo el año pasado tuve un derrame, que gracias a Dios quedé bien, pero después me hice todos los estudios y me dijeron que tenía VIH.

-¿Cómo fue ese momento?

-Fue muy amargo, cuando la doctora me lo dijo. Me avisaron que el análisis había salido mal. Al otro día me levanté a las 5 de la mañana, me vine de Merlo a Flores, y le digo a la doctora: ¿qué pasó? Me dijo: “Salió mal el análisis de VIH, te vamos a hacer otro”. Vine unos días después. Yo soñaba todo el tiempo con eso. Y me dijo de nuevo que había salido mal. VIH positivo. Reactivo decía, pero yo no entiendo. ¿qué es esto? “Que tenés VIH. Pero además tenés sífilis”. Y yo me largué a llorar. Y le dije: “Doctora, ¿qué hago ahora? ¿Cómo hago?” Porque además, me tienen que operar del corazón, me tienen que poner una válvula. Lloraba como una condenada. Me dijo: “No sé, te voy a mandar a una infectóloga”. Cuando salí lloré, lloré, y hablaba sola en la calle. A mí la enfermedad no me va a poder, de mis hijos no me va a quitar. Yo me voy a curar. Porque te voy a ser sincera, en ningún momento pienso que tengo realmente eso. -¿Será una forma de protegerte?

-Puede ser, Sonia, todo puede ser. >>> “No me toque ni la ropa”

-¿Esto que te pasa no es resultado de cuánto sin forro?

Es un contagio, cuando sabemos cómo cuidarnos. -Totalmente. Pero lo que yo no termino de entender es algo. Yo te dije que trabajaba de chiquita. Yo no sé con cuántos yuyos me fui a bañar para poder estar con mis chiquitos y sacarme el olor que tenía, porque yo me iba con cuanto borracho hubiera tirado por la calle si tenía plata. Fue años atrás. Yo me cuidaba de otra manera, no con preservativo. Yo nunca usé preservativo en ese tiempo. Yo usé preservativo hace menos tiempo cuando empezaron todas las campañas. -El 98. -Desde entonces usé preservativo. Pero antes no tuve nada, ni un contagio de nada. No es que me mande la parte. Una vez me dolía el vientre, impresionante, y yo pensé “acá me pudrí” como se decía antes. Fui al doctor y al día siguiente me vieron que tenía casi cortado el cuello de la matriz, por un animal que me agarró. Lo acepté por la plata, ¿entendés? Pero fue tan grande que me lastimó. Yo soy estrechita, y tengo la matriz baja. Por eso me lastimaron muchísimas veces. -¿Sentís que además, ahora al estar aquí, hay discriminación? -Sí que hay, acá me discriminaron. Cuando me interné hace unas dos semanas, estaba toda brotada, toda impresionante, y nadie me quería atender. Vino mi hijo y esa noche ni al baño pude ir. Estaba como ahora, con el suero y el yeso. Y empapada de hacerme pis. Y me miraban y decían: “ahora venimos”, pero se fueron. Nadie me trajo ni la chata, ni una toalla. A la mañana vino una enfermera que me dijo: “No me toque, por favor no me toque ni la ropa”.

-¿Contestaste algo? -

No, esos primeros días yo era como un perrito, me sentía muy mal, muy dolorida. Lo único que hacía era rezar y pedirle a Dios que me ayude, que yo lo necesitaba. Pero no me daban bola y yo no tenía ni ganas de discutir. Siempre soy contestadora. Pero no quería ni hablar. Pero a esa enfermera yo le dije otro día: “usted no me quiso atender”. Ahí vino mi hijo que se puso re mal y dijo “yo la voy a llevar a mi mamá al baño” y las enfermeras entonces dijeron “no vos andate tranquilo. Al final vinieron toda la noche a preguntarme si me sentía bien y me atendieron de maravilla, pero le tuvimos que hacer frente. Recién ahí me atendieron. Hasta me habían puesto un barbijo, yo no tengo problema, si lo tengo que usar lo uso. Pero vino el doctor y me lo sacó de un tirón. >>>No hay que hacer hijos -

Si pudieras ver al ministro de Salud ¿qué le dirías, qué le reclamarías como persona de 64 años que estás luchando por tu vida con VIH?

-Yo pediría que me ayuden con una pensión porque yo no tengo nada, y me corresponde. Yo estaba haciendo los trámites para que digan cuánto de invalidez tengo por lo del corazón. Porque ya no sirvo para trabajar. Y ahora menos que menos tengo de qué vivir. Porque hasta hace unos meses yo me mantenía haciendo almohadones, manoplas, y las vendía. Aparte de las changas. Tengo un hijo que no consigue trabajo y vive de changas. Ellos tampoco tienen. Porque si tuvieran, yo no necesitaría nada, los obligaría a que me mantengan porque si yo luché tanto por ellos, ellos tienen que hacer algo por mí. Me dan lo que pueden, pero el día que yo no consigo un kilo de azúcar o un pedazo de pan para comer, no come nadie. Y mi hijo es un hombre grande, ya tiene 46 años el mayor. El más chico va a cumplir 31 años. Él es pensionado. Porque él no ve. Si se enteran que es pensionado, me tiene que mantener con la pensión de él que es de 300 pesos, poco más.

-¿Y el resto de tu familia sabe lo que te pasa?

-No, no lo sabe, no quiero que sepan. Mi hermana es viejita, y ella nunca se ocupó de mí. Fui discriminada por mi familia. -

¿Por qué?

-Por lo que yo hice. Por prostituta. Mi hermano era policía, sargento primero retirado, se retiró por enfermedad. Él y mi hermana jamás me ayudaron, ni cuando yo atendía a mi madre. Ellos tenían toda una obligación de familia, que no cumplieron, y me la hicieron cumplir a mí que era la más chica. Cuando iba a tener a mi hijito más chico mi hermana me dijo: “Vos tenés que dejar de hacer hijos, y acomodar esta casa para que mamá viva como la gente”. Una vez estábamos en el Chaco, hacía dos días que no comíamos. Cuando me dejó mi marido. Mi hermano vivía a dos cuadras. Mi mamá fue a pedirle fiado a la señora del almacén, Jacinta. Un kilo de azúcar, mortadela, quesitos, yerba y panes. Mi mamá no podía comer eso porque era enferma del corazón, pero cuando no teníamos nada comía cualquier cosa. Y después fue a verlo a mi hermano Oscar. Me dijo: “mirá hija, estás haciendo un gran sacrificio, hiciste una casa como la gente, yo estoy con todas las comodidades, hoy porque tenés un hijo y no podés ir a trabajar, nos estamos muriendo de hambre. Voy a hablar para que nos ayude”. Hacía 40º de calor y ella fue a ver a mi hermano. Y él le dijo, te juro Sonia: “así que querés comer? Sentate que te doy un plato de comida. Porque lo que es a tu hija no vas a llevarle ni un pedazo de pan ni para ella ni para los guachos que tiene, porque para tener un hijo hay que tener dignidad”. Pero no me estaba negando a mí, le estaba negando a la madre. Entonces mi mamá lloró, lloró, y le dijo: “Está bien Oscar, mirá lo que te voy a decir: ustedes por hijos de mil puta que son tanto vos como tu hermana, no van a tener la suerte de verme en el cajón”. Yo no tenía idea de venir a Buenos Aires, y mi mamá me trajo. >>>Clientes de años -Decías que la enfermedad no va a poder con vos. ¿Estás pensando cómo seguir adelante? -Yo no pienso en la enfermedad. Yo sé que estoy enferma, sé que me tienen que operar del corazón. Y cuando me componga voy a seguir con mi costura, voy a seguir adelante. Así tenga que ganar dos pesos, en ningún momento dejo de pensar que tengo que trabajar. Y que me tengo que curar. -¿No pensaste quién pudo haberte contagiado? -No, porque no tengo idea de cómo me pasó esto. Yo, contando bien pero bien, hace más o menos dos años que no trabajo. Alguna vez después me iba con clientes que conocía, clientes de años que me pagaban muy bien. No lo voy a negar. Pero no sé quién fue. Ahora hace poquito que estoy tomando las pastillas. -¿Y tus hijos? -A ellos les conté. Les dije “yo les pido mil perdones por lo que me pasa, por Dios, les pido perdón”. ¿Y qué te pasa? “Tengo VIH” ¿Estás segura, por qué nos pedís perdón? Sí, les pido perdón por haber llegado a lo llegué. Pero me daba mucha vergüenza que después de 64 años me pasara esto, una vieja como yo. Bah, yo no me siento vieja, me sigo sintiendo joven. Pero a esta edad... -¿Ellos sabían que te prostituías? -De chicos no. Cuando los grandes ya tuvieron 18, 19 años, los llamé: “Les quiero decir algo, yo me mantengo de la prostitución. Si ustedes quieren rechazarme están en todo su derecho, y yo estoy del lado de ustedes si tienen vergüenza de una madre prostituta. Pero yo les pido mil perdones y si ustedes quieren irse de mi casa ahora que se pueden mantener solos, pueden irse. Pero yo soy, y voy a seguir siendo, de esto no me saca más nadie. Yo igual los voy a tener en mi corazón porque ustedes son mis hijos siempre, de acá a los siglos. Pero si quieren despreciarme tienen todo su derecho”. -Qué momento. ¿Qué te llevó a decirles la verdad? -Soy una mujer que no sé mentir. No quería que se enteren por otro lado. Un día me iban a decir: “¿Mamá, qué hacés vos?” Cuando yo caía presa les hacíamos creer que estaba en la casa de una amiga, pero ellos se sentían como abandonados por mí. Un día me cansé. Les dije: “No puedo más este silencio. Porque yo me tengo que acostar con un tipo para traer un plato de comida a mi casa”. >>>
¿Prevenir el sida, o prevenir el hambre?
-Vos sabés que en Toronto hubo un congreso mundial de sida, estuvieron desde Bill Gates que es súper millonario, Elton John, los presidentes, todos diciendo que van a trabajar sobre el VIH. Hay ONGs, de todo. Vos, como persona con VIH, ¿qué les dirías a esas personas que van a traer todo ese financiamiento para trabajar en el tema. ¿Qué sugerirías? ¿Qué pensás que se puede hacer?
-Que tienen que ayudar a las personas que están enfermas. Porque las chicas jóvenes, que tienen VIH, que están completamente fulminadas, yo veo que piden en la calle. Trabajan en la calle. Porque les dan los remedios, pero no les dan trabajo. Y a personas grandes como yo, que ya no puedo hacer un trabajo por mi edad, yo pienso que tiene que haber una ayuda. Porque hay gente que no come. Y así no se puede mantener, ¿y cómo hacés para que una chica joven busque otra manera de vivir? Tienen que hacer eso para que haya prevención. -¿Pero puede haber prevención por más que repartamos preservativos cuando hay hambre, cuando no sabés leer o escribir? -No, la gente no tiene que comer y tiene que mantenerse. Me parece que tienen que entender que esto es una enfermedad, no es un negocio. No es una propaganda. Lo que hay que hacer es ayudar a la gente que está con este problema. Mentalizarla para que tenga un trabajo, y si no puede trabajar, que le den un subsidio, que le den una plata para que se puedan mantener. Porque el que es rico que tiene esto, tiene como mantenerse. Y el pobre no puede ni comprarse el pan. La gente que está con eso y usa droga, es para encontrarse más fuerte. Pero así no luchan para vivir, luchan para morir.
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¿Y el gobierno?
Una vez por mes mandan la caja de Política Alimentaria. -Ah, no, yo te voy a decir una cosa. La caja te ayuda, pero si vos no tenés una plata para comprar pan, ¿de qué vas a vivir, a pura arveja, arroz, fideos, polenta? ¿Todo hervido, y que te alcanza para una semana? Después te queda yerba, azúcar, y no tenés más nada. Entonces tiene que haber plata, porque sin plata no comés, hermana, no te sirve. No podés comprar carne, ni verdura. Pero en este país es al revés: le dan la plata al que no necesita. Y no hay trabajo.
-¿Tus hijos no tienen trabajo fijo?
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Mi hijo se recibió de operador de computación, matriculado, con certificado, se fue con una carptetita y le decían ¿tenés experiencia? ¿Y cómo va a tener si nunca le dieron una oportunidad? Si no tenés un padrino, morís sin flores. Si no te ayudan para ir a un Coto, a un Carrefour, no entrás. Y te quedás afuera. -¿Tuviste algún plan social? -No, solo el de microemprendimientos, con ustedes. -Que duró seis meses. -Fue lo único. Porque yo tengo una casa, que no es de lujo, pero hay de todo. Tengo una heladera, una mesa como la gente, un televisor. Cuando vino la asistente social ¿sabés qué me dijo? Ah, señora, usted tiene la cama, el ropero, y viene a pedir... -¿Tendrías que vivir en el suelo? -En una cucha. Le dije de todo. Yo tengo cositas porque alguna vez trabajé. Me lo gané. Pero entonces ahora tengo que explicar que no tengo ninguna entrada, y que tengo la invalidez del corazón. >>> El voto comprado
-¿Y qué pensás de las jubilaciones de privilegio que tienen muchos ex presidentes?
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Y bueno, se las dan porque ellos tienen plata, hermana. Esas son figuras. Ahora salió esa pensión que te podés jubilar de ama de casa, pero tenés que llevar 50 pesos en la mano para que te puedan hacer los papeles. Y si no tenés, no te lo hagas. Y tenés que pagar el abogado, esto y aquello. Y después te dan la jubilación. Pero vas a cobrar y te sacaron ya todo. ¿Cuánto cobrás, 50 pesos, 100, 150? Entonces ¿Cuál es la ayuda del gobierno? -Una burla. -Eso. Una burla, ¿sabés por qué? Porque yo te digo: a mí, cuando iba a haber las elecciones, los políticos me dieron una pensión por la tercera edad. -¿De cuánta plata? -De 120 pesos cada dos meses. Tengo el recibo, que puedo mostrarlo. Encima ahora no me pagan porque yo estoy enferma, y la única que puedo cobrar soy yo. A mí me da vergüenza. Eso no es pensión. Eso es una cosa que los políticos me dieron para que yo sea del lado de la política, para que vaya a votarlos. -Te compraron el voto. -Sí, y como me compraron a mí compraron a un montón de viejitas, pobrecitas, que están peor que yo. ¿Y sabés qué más tuve que hacer? Tuve que negar a mis hijos, decir que vivía solita, que no tenía absolutamente nada. Yo tuve que negar a mis hijos para una mierda, que me perdonen, de 120 pesos que no me alcanza, en la provincia.
-¿Cómo se llama lo que vos cobrás? -
La pensión de la tercera edad. Ahí tengo el recibo, sacá y mirá. Encima, voy a cobrar en el banco y mis hijos se ríen. “No vas a ir sola” me dicen, porque el banco está enfrente de una plaza, ahí se ponen los chorros, y a cuántas viejas les han roto la cabeza por 120 pesos. Ah, y después a fin de año te dan pan dulce y dos turrones.
-¿Dónde vivís, hermana?
-En Merlo. El único beneficio que tengo es un bono para viajar gratis desde las nueve de la mañana hasta las cinco y media de la tarde. El problema es que si me vengo a atender y termino a las seis de la tarde, tengo que esperar hasta las nueve de la noche para poder viajar con ese bono. -Ese tren que vos tomás está privatizado y tiene subsidio del gobierno. -Yo no sé qué pensar. Todo es una burla. Pero yo necesito ir, venir, trabajar, porque si no me muero de hambre. Yo siempre luché con mi trabajo. Yo no viví en la calle ni pedí en la calle. Me sudó el lomo para tener un mango. Hasta ahora. Nunca fui a pedir en una parada de colectivo. Y cuando agarré una moneda, es porque me la gané. Y yo pago impuestos. Porque si no pago la luz, la cortan. Agua no, porque tengo bombeador. Esa es la pobreza de la gente. Cuando mi hijo que está sin ver fue a pedir una pensión para mi, ¿sabés qué le dijeron? ¿Por qué no trabajan de cartoneros? Porque los cartoneros ganan bien. Pero yo no tuve hijos para cartoneros. No es un trabajo. Ojo, no es una deshonra, y no estoy discriminando. Pero tenés que tener mucho... como nosotras, que somos putas. Para ser puta tenés que tener mucho, y habrá mujeres, pobrecitas, que están sufriendo en la vida porque no se animan ni siquiera a ser putas. ¿O no? Eso pasa. Pero yo no estoy discriminando al cartonero. >>> ¿Qué muestra una prostituta? -Estás contando cómo ves la realidad. -Ellos, el hombre que es cartonero y que vive muy bien ahora, y llegó a ese coraje… -Pero el cartonero tampoco vive bien. -Poné una suposición, que por ahí no le falta plata, no le falta nada, pero tiene que estar todo el día y la noche en la calle. Tiene que andar juntando cartón. Yo no tuve hijos para que sean cartoneros. Yo les di estudio a mis hijos. Yo me rompí, porque yo era analfabeta redonda, tenía que andar sacando las cuentas con los dedos: cuando compraba con 10 pesos las cosas, tenía que sacar con los dedos las cuentas para que no me fueran a joder, porque esos 10 centavos que me quedaban me hacían falta. Me rompí el alma, vendí el alma al diablo, cosa que nadie va a saber eso. Vendí mi alma al diablo, y perdí la vergüenza, y mi dignidad. Porque la mujer prostituta pierde la vergüenza, A ninguna mujer le gusta estar parada en una esquina, llena de pintura y mostrando lo que vos no sos, o algo que no es tuyo. Porque la mujer prostituta muestra lo que no es de una. Y si vos te tenés que ir a acostar con uno y con otro, perdés la vergüenza. Por eso somos discriminadas. Pero nosotras tenemos que hacer eso, porque de algo tenemos que vivir, y nunca tuvimos una ayuda del gobierno para que salgamos de eso. Yo, cuando tuve una entrada, cuando tuve una entrada del gobierno, dejé la calle, con unos tristes 200 pesos que me daban, con los microemprendimientos productivos. Pero fueron seis meses nada más. Esa fue una ayuda que no nos sirve, tampoco, hermana. No nos sirve. Yo tengo el corazón hecho pelota, como quien dice. ¿Y cómo voy a vivir con eso? ¿Qué ganan con darles remedios a las personas que ni siquiera nos podemos mantener? >>> Lo que hay que hacer por diez pesos
-¿Qué le pasó a tus dientes?
-
Mirá, se me rompieron a sopapos de los tipos. Un tipo me volteó todos los dientes a sopapos. Yo después me hice la prótesis, pero viste que adelante me faltan. Es porque otro tipo a sopapos me rompió la prótesis y nunca más la pude arreglar. ¿A vos te parece eso? ¿Quién dice eso? Las mujeres cuentan de otra forma las cosas. Yo cuento cómo es y no me avergüenzo, y si lo tengo que gritar en el medio de la gente, no me importa que haya un público, y voy a decir lo que dije hoy, lo voy a decir siempre. -Porque cuando una entra a esa habitación no sabe con quién entra. Puede ser un excelente padre de familia. -Pero aparte porque nosotras ya somos discriminadas. A mí me han dicho “Ay, pero qué te pasa, que te venís a hacer la… si sos una puta. Si a vos te gusta esto". Si me trataba mal, yo decía: “Pará, hermano, si yo soy un ser humano”. “Pero a vos te gusta, qué decís que no”. Porque la gente está equivocada, cree que una lo hace porque le gusta. “Que haceme esto, que haceme aquello, haceme…” ¿Qué tenemos, cara de trapo, tenemos nosotras? ¿Que vamos a ir a poner en todos lados el cuerpo de ellos en nuestra cara, porque total nuestra cara no vale y nuestra boca no vale? ¡Por favor! Porque es así. Vos tenés que ir a poner la cara, olerle todo, que ni se lavan y no se quieren lavar, “qué te hacés la delicada, si a vos te gusta”. -Porque te pagan. -Ellos piensan, la mentalidad del hombre es así. Vienen y te pagan porque en la casa no se los hacen, ellos piensan que uno lo tiene que hacer porque te pagan. Pero lo que pasa es que antes era muy perverso el hombre. -Pero ahora también, de otra manera. -Sí, fijate que un día me voy con un viejo que no podía ni caminar, viejo hijo de puta. Y estaba ahí, que “escuchame, hacé algo, dale, porque yo no puedo”. Y yo le digo “Y a mí qué me importa que vos no puedas”. “Sí, te importa, para cobrar…” ¿Y cuánto me dio? Diez pesos. Y me fui por diez pesos porque lo necesitaba. Y después tres horas estuvo para sacarse la ropa. Y yo necesitaba los diez pesos. Te da risa, pero es así. Y después al viejo que no se le paraba. Y dale, y dale… “Pero por favor, le dije yo, pero por qué no te vas”. Y me dice: “yo te voy a cagar a trompadas, si vos sos una puta, tenés que hacer lo que yo diga… Para eso te pagué.” -La humillación... -Sí. ¿Sabés lo que es eso? ¿Sabés cómo te duele? Como te arranca la piel eso, es un dolor que, mirá…, no tiene explicaciones, cuando te están tratando de esa forma. Y encima me quería pegar. Yo le daba un soplido y lo mataba. Si lo agarro bien lo mato al viejo. Yo disparaba y no quería que me pegue, porque si me agarraba a mano me pegaba. Porque te pagan diez pesos vos tenés que aguantarle dos horas, tenés que ayudarlo, total el pito es limpio y mi boca es una porquería, así que yo puedo poner el pito de él en la boca, no hay problema. ¿Qué problema puedo tener yo, si no soy un ser humano, soy una puta? Y el viejo ni se podía mover. No te podés mover, le dije, pero bien que te gustan las mujeres. Como si sirvieras… (Interviene una amiga de Eva, también en estado de prostitución, y ha estado escuchando callada) -Es como si fueras una máquina. Es una frialdad que tienen, vas con un tipo, chin, chan, y una llega a la casa, tenés una frialdad, no sentís. Yo, en mi caso tengo mi marido, pero me fui a mi médico, porque realmente me asusté, no sentía. -¿Y qué te ha dicho? -El médico no sabe lo que yo hago. Entonces me dijo si yo sentía con él amor, si lo amaba. Dije “amar no lo amo, lo quiero”, pero yo calculo que como mujer, yo estoy con él, por ejemplo tranquila, relajada, sin pensar que es un cliente, no siento, no tengo sensación, no tengo…
-Estás adormecida.
-Orgasmo no tengo. Hace ocho años. Te juro por mis hijas. Te juro que estoy pensando en ir a un psicoanalista, algo, porque al ginecólogo voy y me da cosa…
-Pero no le estás diciendo la verdad.
-No, pero el problema soy yo. ¿qué puede decirme el médico? >>>La cuenta pendiente (Vuelve a hablar en voz muy baja Eva, desde su lecho de enferma). -Yo por ejemplo dejé a mi marido cuando nació mi hijo, que tiene 31 años, y nunca más pude tener pareja. Nunca me pude enamorar más. Yo le veo al hombre, por ahí hay un muchacho que a mí me gusta, porque yo soy una persona, y ha habido personas que me han gustado muchísimo. Yo digo uyyy, por ahí me engancho con esa persona, y hablo y todo con esa persona, y sólo pensar que tengo que ir a la cama con él… Y yo hace 31 años que no tengo marido.
¿Cómo te sentís?
-Bloqueada, estoy, bloqueada. Y yo digo siempre, que a ver si yo me arrepiento de decir por qué no tengo un marido, por qué no tengo a alguien al lado mío, un novio, una pareja. Sabés qué lindo es tener una pareja. Yo estoy contenta con mis hijos, pero nunca puedo llegar a contarles todo lo que a mí me pasa, lo que a mí me gusta. Yo quiero tener un hombre a mi lado, un compañero, para salir… Hace 31 años que no salgo a un baile, que no me voy a rozarme con un hombre, sacado de lo que me rocé antes realmente, no es eso lo que yo quiero. Hasta ahora yo digo, me encuentro sola. Yo quiero charlar, hablar pavadas. -Disfrutar de otra manera. -Yo no siento nada por un hombre. Pero hay momentos, ahora, teniendo 64 años, ha habido momentos en que me hubiera gustado estar con un tipo que me bese, que me abrace, que me haga mimos, que tenga un cariño para mí, que me toque. Pero si me llega a tocar esa situación, no me permito. Hubo hombres que bueno, que yo les he gustado por mi manera de ser, por todo eso, y he tenido citas, pero jamás he ido a esa cita, porque el solo pensar que tengo que llegar a eso... Yo siento que tendría que haber tenido una pareja. Soy joven todavía, aunque tenga 64. Pero no es el momento del sexo, sino de tener alguien que te abrace, que te bese, que vayamos a un lugar solos, que hablemos pavadas, y si tenemos que tener sexo, que lo tengamos, pero conmigo no va a tener suerte, porque llego a eso y… nada. Pero es lindo tener un hombre cerca, ir a comer un choripán, charlar.
-Tu cuenta pendiente es esa, hermana, buscar el amor.
-
No sé si voy a llegar a eso. No soy una mujer para que digan “esa viejita”. Todavía estoy bien. Pero no me enamoro de nadie. Miro a los hombres y no me gustan. A veces estoy sintiendo algo, pero cuando llega la verdad, es como que ya le tengo bronca. Y me pierdo. Y nunca más me ve.

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